De pronto, en pocos días, el país pasó del entusiasmo de las mejoradas cifras de la pobreza y de sus expresiones regionales, que parecían premiar al modelo económico y de paso castigar a la región más resistente a ser convertida en una gran mina con múltiples proyectos en ciernes, a una ofensiva política sobre los gobiernos regionales que según se dice se habían plagado de corruptos y hasta de asesinos a sueldo, como se informa sobre Ancash. Un diario ha editorializado bajo el título: “Presidentes Ladrones”, y varios comentaristas han empezado a escribir que habría que revisar la descentralización y someter a los cacicazgos regionales al mando de Lima.
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