domingo, 12 de julio de 2015

EL CANTO DE LUIS PARDO NOVOA

1
Ven acá mi compañera;
ven tú, mi dulce andarita,
tú sola, sola solita,
que me traes la quimera
de aquella mi edad primera,
que en el campo deslizada,
 junto a mi madre amada
y de padre querido, era semejante al nido
que hace el ave en la enramada.
2
Ven, consuela al solitario
Que por jalcas y oconales,
Sin  hallar fin a sus males,
Va arrastrando su calvario.
Fue el destino temerario
Al empujarme inclemente,
Como por rauda pendiente,
Desde lo alto del peñón
Se desgaja algún pedrón
Que rueda y cae in consciente.
3
A mi padre lo mataron,
Mi madre murió de pena;
Ella, tan buena, ¡tan buena!
¡Ellos que tanto me amaron!
Con ambos me arrebataron
lo más que en el mundo quise.
Pero aún la suerte me dice:
“Ama, adora a una mujer”,
que hube también de perder…
Pues nací para infelice.
5
De entonces, ¿qué hube de hacer?
Odiar a los que me odiaron;
matar a los que mataron
lo que era el ser de mi ser;
en torno mío no ver
sino la maldad humana;
esa maldad cruel, insana,
que con el débil se estrella,
que al desvalido atropella
y de su crimen se ufana.
6
Por eso yo quiero al niño;
por eso yo amo al anciano;
y al pobre indio, que es mi hermano,
le doy todo mi cariño.
No tengo el alma de armiño
cuando sé que se explota;
toda mi cólera brota
para su opresor, me indigna
como la araña maligna
que sé aplastar con mi bota.
7
Yo aborrezco la injusticia;
yo quiero al que es desgraciado,
al que vive abandonado
sólo por torpe malicia;
yo maldigo la estulticia
de tanta gente menguada,
porque al fin de la jornada,
puesto que la vida es corta,
la vida a mí qué me importa
porque ¿qué es la vida? ¡Nada!
7
De mi provincia las peñas
y el viendo de mis quebradas,
me delatan las pisadas
del que me busca en las breñas;
hasta las ramas son señas
que de la suerte merezco;
ni me asusta ni padezco
si alguien me mira altanero;
yo soy como aguacero,
que al soplo del viento crezco.
8
Brama, brama, tempestad;
Ruge, trueno, en el espacio,
¡Bendito sea el palacio
de la augusta Libertad!
Cielo, con tu inmensidad
Vas mis pasos amparando.
El rayo me va alumbrando
si viene la noche oscura,
en medio de su negrura
para seguir caminando…
9
llega la noche. En el cielo
salta la luna serena;
dentro del pecho mi pena
parece hallar un consuelo;
sobre el campo, blanco velo
se extiende, y como visión,
detrás de cada peñón
parece ver a mi amada,
que viene como escapada
a buscar mi corazón.
10
Cae la noche, en el cielo
surge la argentada luna, 
triste como mi fortuna,
sola cual mi desconsuelo.
A su luz beso el pañuelo
que me dio a la despedida,
que en su llanto humedecida
besó ella con pasión loca
y que guarda de su boca
la huella siempre querida.
11
Y me persiguen, ¡traidores!
siempre fueron sin entrañas
les espantan mis hazañas
que no son sino rencores.
¿Dónde están mis defensores?
Para mí, nadie es clemente;
Nadie piensa, nadie siente,
¿Quieren matarme?, ¡en buena hora!
Que me maten si es la hora,
¡pero mátenme de frente!

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