Si la historia de la literatura,
en su forma tradicional, queda encerrada en u) el estudio ideográfico de casos
paniculares capaces de resistir al desciframiento mientras son aprehendidos
como "demandan" serlo, es decir, en sí mismos y por ellos mismos; y
si ella ignora casi completamente el esfuerzo por reinsertar la obra o el autor
singular que toma por objeto en el sistema de relaciones constitutivas de la
clase de los hechos (reales o posibles) del que forma parte socio-lógicamente,
es porque el obstáculo epistemológico con el que se choca toda aprehensión
estructural -a saber, el individuo directamente perceptible, ens realissimum que
exige con insistencia ser pensado en su existencia separada y que requiere por
ello una aprehensión sustancialista- reviste aquí la forma de una
individualidad "creadora”, cuya originalidad deliberadamente cultivada
está constituida para suscitar el sentimiento de la irreductibilidad y de la
atención reverencial.1 Dejándose imponer este objeto. (…)
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