PRÓLOGO
Un libro es importante no sólo porque instruye o recrea sino también porque inspira, sugiere e incita, porque es evocador y creativo. Es el caso de ¿Es otro el rostro del Perú?, excelente análisis de la evolución del hombre peruano desde el descubrimiento y conquista por España hasta nuestros días, en el cual el notable psicoanalista Max Hernández se muestra, al mismo tiempo, perspicaz historiador. Por carecer de los variados talentos del autor de este libro, me limitaré, inspirado por su lectura, a una meditación, indocta por cierto, sobre la necesidad de afirmar y preservar nuestra identidad nacional.
La identidad, a mi entender, es el resultado de un proceso de unión y de síntesis de los diferentes valores de una colectividad, sean ellos geográficos, étnicos, lingüísticos, que constituyen las capas superpuestas o sucesivas de un todo. Cada pueblo en este vasto mundo posee una identidad más o menos definida y homogénea, de la que, lamentablemente, algunos no son conscientes. Conviene precisar que la identidad de un pueblo es necesaria e inevitablemente cambiante, incluyente, pues de otra manera llevaría sea al aislamiento sea a formas inaceptables de exclusión.
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