Beatrice Briggs
Durante la evaluación de una facilitación reciente, uno de los participantes apreció específicamente "la sonrisa del facilitador", Dado que yo era la facilitadora en cuestión, naturalmente me sentí complacida con esta retroalimentación. Además, el comentario me ayudó a reflexionar sobre la importancia de las señales no verbales que nosotros, como facilitadores, enviamos a los grupos que servimos.
La mayoría de los grupos sufren, por lo menos intermitentemente, de frustración, desesperanza y miedo. El trabajo parece abrumador, los obstáculos demasiados y los recursos muy pocos. La gente se vuelve desconfiada, impaciente y desanimada.
A pesar de que los facilitadores no podemos resolver estos problemas, podemos proyectar confianza en la habilidad del grupo para alcanzar el éxito. Una actitud positiva de la persona que está parada al frente del salón es una fuerte contradicción para la duda y el desaliento.
Los Psicólogos Amy y Arnold Mindell discuten este fenómeno en términos de "meta-destrezas", refiriéndose a la actitud, sentimientos y creencias del facilitador con respecto al grupo. Meta-destrezas son la forma en que aplicamos las otras destrezas y herramientas de nuestro oficio.
Ejemplos de meta-destrezas son la compasión, conciencia, desapego (en el sentido de no forzar un resultado determinado), flexibilidad y mantenerse en calma y centrado en medio del caos o situaciones tensas.
Las meta-destrezas son dones personales que pueden ser descubiertos dentro de uno mismo y desarrollados a través de trabajo personal, práctica y observación de modelos externos. No pueden ser adquiridos de la misma forma en que aprendemos técnicas, tales como conducir una lluvia de ideas (brainstorm) o preparar una agenda. Sin embargo, las meta-destrezas afectan profundamente la manera en que aplicamos esas otras técnicas. La "mejor" técnica, usada de manera rígida, cínica o egoísta, probablemente será poco efectiva, y puede incluso ser causa de que el grupo se vuelva en contra del facilitador. Sin meta-destrezas, todas las notas post-it y marcadores de colores del mundo no nos harán un buen facilitador. Por otro lado, una persona que puede elegir la técnica adecuada y aplicarla con amor, cuidado, coraje, claridad y sensibilidad, puede dar un verdadero servicio al grupo.
La capacidad de llegar desde un lugar de profundo respeto y ver el bien en todos viene del trabajo personal de cada uno. No se puede fingir. Debemos comprometernos a confrontar nuestros propios prejuicios y otros hábitos emocionales destructivos para no caer fácilmente en las reacciones inconscientes y espirales destructivas de los miembros del grupo. Este trabajo interior nos permite sonreír genuinamente, aún en momentos difíciles.
El rol del facilitador en muy visible. Toldo lo que pensamos, creemos, decimos y hacemos tiene un impacto en el grupo. En cierta forma los participantes nos buscan como guía y afirmación. Aunque no podemos decirles qué decidir, los podemos alentar con nuestras palabras y gestos. La próxima vez que estés frente a un grupo, junto al rotafolio, dale la bienvenida al grupo con una cálida sonrisa, no sólo al inicio de la sesión sino también después de cada descanso y al final. Siéntete genuinamente complacido de estar con ellos. La gente puede no notar lo que estás haciendo, pero sentirán la diferencia y sacarán fuerza de ella. Hasta es posible que alguien comente sobre tu sonrisa.
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Beatrice Briggs, fundadora y directora del Instituto Internacional de Facilitación y Cambio (IIFAC), es una consultora e instructora que ayuda a grupos en todo el mundo a trabajar en conjunto para alcanzar cambios positivos. Beatrice es nativa de los Estados Unidos y vive en México desde 1998. Se le puede escribir a bbriggs[@]iifac.org.
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