lunes, 16 de mayo de 2011

CON LAS GAFAS DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA

D. Gustavo Duch.1
Coordinador de la revista “Soberanía alimentaria, biodiversidad y
culturas”.

LA DEfINICIóN

Observando las realidades del mundo rural de nuestro planeta se puede llegar a una conclusión repetida y valida: parece que no existe espacio ni futuro para las pequeñas unidades familiares campesinas que –paradójicamente- alimentan directamente a más de la mitad del mundo.
Mayoritariamente las políticas globales y las políticas locales han definido e imponen, bajo los paradigmas neoliberales, un modelo de agricultura basado en modelos intensivistas capaces de producir grandes cantidades de alimentos con muy pocas manos participando en su siembra, cultivo, crianza, producción, etc., orientados hacia los mercados internacionales, hacia la exportación, donde la riqueza generada no revierte en el campesinado. El fenómeno de la aniquilación del campo, sabemos que no es nuevo y que en momentos históricos de desarrollo industrial pudo ser absorbido. Pero esta situación no es la que se da actualmente en los países empobrecidos del sur con la mayoría de la población viviendo en el campo. Cuando llegan a las ciudades solo les esperan los bolsones de pobreza.
Frente a estas posturas casi dogmáticas tenemos desde hace más de 10 años una propuesta alternativa, que enfoca la lucha contra la pobreza a partir de la defensa de la agricultura familiar a pequeña escala, que se reconoce bajo la bandera de la soberanía alimentaria.
Soberanía en tanto que defiende el derecho de los pueblos a poder definir sus directrices agrarias centradas en la defensa y promoción del sistema productivo nacional (como decía una mujer dominicana, “mientras un pueblo pasa hambre no tiene lógica alguna exportar nada”). Y alimentaria porque promueve una producción agraria basada en modelos agroecológicos que se demuestra, no sólo son los únicos compatibles con el futuro de un planeta en crisis ambiental, sino también los más saludables, los más eficientes en cuanto a producción de alimentos, y en los que la riqueza se distribuye con verdadera justicia.
Para acercarnos a este nuevo paradigma hay que romper las reglas del juego que funcionan en la actualidad bajo una lógica mercantil, que sólo son generadoras de desigualdades, y abordar la temática desde el reconocimiento de un sistema de derechos humanos y un conjunto de políticas activas. Frente a la privatización de los bienes fundamentales para la producción de alimentos ha de prevalecer el derecho al acceso a la tierra, al agua y a las semillas que harán posible otro derecho humano fundamental -mejor dicho vital- el derecho a la alimentación. Hoy la tierra sigue distribuida en grandes latifundios que acaparan las mejoras áreas cultivables arrinconando a los pequeños campesinos a las laderas, a los secarrales; el agua de riego es cada día un bien más escaso pero no se renuncia a usos ociosos de la misma; y la distribución de las semillas, elemento básico de toda la cadena alimentaria, está concentrada en cinco monstruos empresariales.
Las políticas agrarias, forestales y pesqueras deberán enfocar muy lejos del actual modelo de apoyo a las agroindustrias, para defender y promover la pequeña producción campesina familiar y asegurar el control local de los procesos de transformación, distribución y comercialización de los alimentos para que salga reforzadas las redes del mercado local y de temporada. Si no es así, seguirán repitiéndose crímenes tan graves como la presencia en mercados de países del sur de muchos alimentos importados, que por su economía de escala y las subvenciones que reciben, se sitúan a unos precios muy ventajosos frente a los locales, dejando a campesinas y campesinos sin oportunidades para comercializar sus productos. O la cada vez más presente fuerza de las grandes cadenas de supermercados. También éstas con su política de internacionalización y concentración se han hecho comunes en todos los países del mundo. Para los consumidores los mismos supermercados con las mismas marcas, como en casa. Para los productores agrícolas significa que disminuyen sus opciones de venta y las hace muy difíciles. Las grandes superficies tienen unas exigencias de volumen, regularidad, homogeneidad de los productos, y otras que de nuevo dejan fuera a las pequeñas explotaciones campesinas. Sin ellas el mundo no tiene porvenir.


EJEMPLOS EN MARCHA Y EJEMPLOS POSIBLES
Malawi es un país africano de 12 millones de personas de las cuales la mayoría viven de la agricultura y en las zonas rurales. Sus cultivos básicos históricamente estaban orientados hacia la exportación, café, té, algodón y también en el cultivo del maíz. A finales de los 90, el maíz, alimento básico, siguiendo los consejos del FMI dejó de ser apoyado gubernamentalmente (los campesinos no tenían ayuda para comprar fertilizantes, ni existía protección en frontera) para fomentar, decían, de esa manera su adquisición en otros países donde se vendía más barato. Con esas medidas su cultivo fue bajando progresivamente hasta producciones totalmente insuficientes para la población siendo corresponsables de hambrunas como la del 2005. Un país agrícola había sido despojado de su soberanía alimentaria. Sus familias campesinas había perdido la capacidad de producir sus propio alimento, su fuente de ingresos y consecuentemente la capacidad de comprar otros alimentos, por baratos que fueran. A partir de esa situación el país decidió no acatar más las reglas de las instituciones financieras internacionales y a medida que han defendido su propia agricultura y a sus agricultores y agricultoras, han conseguido superar las graves situaciones de hambruna. El presidente de Malawi, dijo: “mientras sea presidente, no quiero ir a mendigar comida a otras capitales”. De cosechas de maíz en el 2002 de poco más de medio millón de toneladas del grano, se pasó a la cifra de 3.4 millones de toneladas en el año 2007, para recuperar su soberanía alimentaria.
Los datos del 2010 son también esperanzadores: la media nutritiva de su población ha pasado del consumo diario de 608 kilocalorías por día a 2000.
¿Y en España? Seamos claros, la estafa del capitalismo no es sólo la crisis a la que nos ha conducido actualmente. El capitalismo nació y creció con la explotación y esclavitud de la clase trabajadora local o inmigrante, con la extenuación de los bienes que nos ofrece la naturaleza y con la invisibilización del trabajo que hacen millones de mujeres (básicamente como ‘cuidadoras’ de la sociedad) no computados en la cuenta de resultados. Nació, creció y es el momento de evitar que se reproduzca. Aunque la conducción de la crisis parece no acertar con el tipo de contención apropiada.
Desde diferentes sectores sociales y económicos espolean repetidamente para que hagamos de esta crisis la oportunidad para retroceder unos pasos del camino andado y retomar nuevas sendas. Para reprogramar un decrecimiento (no forzado, como él actual) saludable para un planeta caliente y enfermo, para revisar dónde y cómo se gastan los fondos públicos… y nada de eso asoma en el horizonte. Se puede pensar que los partidos políticos no tienen voluntad de afrontar los cambios estructurales a los que me refiero. También se puede intuir que, simplemente, no tienen ni la capacidad de imaginarse otro mundo posible. Añadamos ahora – a ver si la oyen- una propuesta más para alejarnos unos metros del capitalismo, en nuestro modelo de producir alimentos. Volver a ruralizar la economía.
Para ofrecer un pequeño análisis de lo que esta propuesta significaría tengamos en cuenta unas cifras y unos indicadores. Cifras: la población en paro está ascendiendo hasta acercarse al temido 20%. Mientras la población activa agraria está en sus niveles más bajos, sin llegar al 5%, generando un vacío de pueblos y territorio muy visible
por todas y todos nosotros. En los últimos 40 años la población de los municipios españoles de menos de 10.000 habitantes ha pasado de ser el 57% de la población española a tan solo un 23%. Indicadores: según datos de la organización Amigos de la Tierra el gobierno español nos demuestra claramente qué modelo de agricultura está diseñando para el futuro: en el año 2008, en España, se dedicaron 54,3 millones de euros en apoyar la investigación en biotecnología agraria y alimentaria (por ejemplo, la investigación en cultivos transgénicos) y 60 veces menos en apoyar la investigación en agricultura ecológica, con tan solo 0,9 millones de euros.
Más allá de los demostrados inconvenientes que tiene el modelo de agricultura tecnológica e industrializada (contaminación ambiental, riesgos sanitarios, competencia desleal con los países empobrecidos del Sur, etc.), veámoslo ahora desde el punto de vista de generación de puestos de trabajo. Si la comparación la hacemos entre la agricultura ecológica y la convencional (industrializada pero no transgénica) la primera demuestra -según diversos estudios internacionales- un 32% más de capacidad para generar empleo. Por ejemplo, algunos estudios han estimado que la transformación de la producción agraria de Inglaterra y Gales a ecológico supondría un 70% más de empleo en el medio rural.
Siguiendo con el informe de Amigos de la Tierra, los datos demuestran que la agricultura campesina y ecológica todavía genera más empleo y tejido económico si se compara con la transgénica. Mientras la agricultura transgénica en España –después de 12 años de fuertes inversiones en el único país europeo donde se permite el cultivo de transgénicos a gran escala- ha generado en torno a 1.950 puestos de trabajo (sumando los generados en las empresas biotecnológicas más los agricultores que utilizan maíz transgénico en España), la agricultura estrictamente ecológica, genera 14.310 empleos en las empresas del sector más 35.407 productores y productoras, que nos proveen de alimentos bajo este modelo respetuoso con el medio ambiente.
Es decir, las inversiones del gobierno dedican 60 veces más por un modelo de agricultura que genera 25 veces menos empleo, que el que demuestra generar la agricultura a pequeña escala y ecológica. Como sabemos, además, el modelo ecológico atrae a gente emprendedora y joven hacia un medio rural envejecido y masculinizado. Una propuesta que favorece también las capacidades de nuestro país de suficiencia alimentaria, disminuyéndolas dependencias de alimentos importados (la Unión Europea es importadora neta de productos alimentarios básicos, importando alimentos por un valor de 173.000 millones de euros, mientras que exporta alimentos por valor de 127.000 millones de euros, según datos de la Organización Mundial del Comercio), pues como ha sido demostrado por muchos investigadores sus capacidades productivas no son inferiores a las de la agricultura química.
Añadamos pues a las bondades de la apuesta por la Soberanía Alimentaria de los pueblos la enorme capacidad de generar empleo sostenible y necesario. ¿O dejaremos de comer?
Como dice Susan George en su último libro ‘Sus crisis, nuestras soluciones’, «todas estas crisis proceden de las mismas políticas neoliberales establecidas por los mismos actores; a pesar de que se agravan mutuamente, ninguna es una fatalidad. Podríamos gozar de un mundo limpio, verde, rico y justo, donde todos y todas pudiéramos vivir dignamente. A su lógica, debemos oponer la nuestra. No es tan complicado si comenzamos por invertir los términos». Primera inversión: cambiemos una agricultura intensiva en petróleo, por una agricultura intensiva, sí, en mano de obra.


LA LUCHA
Compuesto por miles de animalitos microscópicos, sincronizados y unidos en una sola vida, el coral marino, toma forma de largos arrecifes consistentes como una roca.
En cualquier lugar del mundo, en los más fértiles y en los más inhóspitos, vive uno de los más de 200 millones de pequeños campesinos y campesinas que integran la organización mundial La Vía Campesina. Cada uno de ellos ha sembrado sus propias raíces que en el mundo subterráneo se han buscado y se han entrelazado, formando un tejido global, que les conecta y les alimenta fuertes como el coral marino, en una lucha compartida por la conservación de su forma de vida.
Con el convencimiento que el mundo no puede sobrevivir sin campesinas y campesinos que nos alimenten, la Vía Campesina plataforma de más de 130 de organizaciones de pequeños productores rurales y trabajadores agrícolas en más de 60 países, definen su lucha por la Soberanía Alimentaria con tres directrices: combatir, resistir y construir.
En primer lugar centrarán sus esfuerzos en combatir a las empresas transnacionales que reconocen como enemigo común. Son las mismas marcas y el mismo capital (Cargill, Nestle, Monsanto o Wall-Mart) las que están ejerciendo el control sobre los recursos naturales (la tierra, el agua, la biodiversidad, las semillas), copando la producción y el comercio agrícola, limitando las posibilidades de la agricultura o pesca a pequeña escala (como los grandes negocios madereros, los monocultivos de árboles para fabricar papel, la expansión de la soja o la pesca industrial), o bien rentabilizando la explotación de manos campesinas que posibilita negocios como la
salmonicultura de exportación y otras maquilas de la alimentación.
Las comunidades campesinas y los territorios indígenas son las primeras víctimas de la destrucción ambiental, de la contaminación del agua y de las consecuencias que ya depara el cambio climático, por eso, en segundo lugar plantean la defensa -la resistencia en sus territorios- de su modelo de agricultura campesina. Una agricultura a pequeña escala, en equilibrio con el medio ambiente, capaz de producir la cantidad de alimentos que el mundo necesita, asegurando también su calidad y su adecuación al patrón cultural. Con una alimentación campesina, de cercanía y de temporada –como dice la Vía Campesina- se enfría el planeta.
Si los movimientos sociales han sido cuestionados por la falta de propuestas, el mundo rural (desde el sur, desde abajo) ha construido una alternativa global perfectamente desarrollada -para hacer frente a la crisis global- la soberanía alimentaria, fundamentada en el derecho de las comunidades locales, regionales y nacionales a producir sus propios alimentos y a trazar las políticas adecuadas para conseguirlo.
Para ello son necesarias políticas que permitan recuperar el control de los recursos naturales por parte de las propias comunidades locales; presupuestos para el desarrollo de la agricultura nacional y agroecológica; estrategias para repoblar el campo, favoreciendo la formación e investigación en modelos productivos con base agroecológica; y legislaciones que reconozcan el derecho a la soberanía alimentaria y promuevan la salida de la agricultura de los organismos internacionales, como la OMC, y de los tratados de libre comercio, así como el desarrollo de políticas públicas que detengan el poder corporativo que prácticamente monopoliza los sectores de la alimentación, en sus fases productivas, de transformación y de distribución.


CUADRO DE DESPIECE

En NYÉLÉNI, Mali, el año 2007, la Vía Campesina y sus aliados profundizaron su entendimiento colectivo sobre la Soberanía Alimentaria la cual:
1. Se enfoca en alimento para el Pueblo: La soberanía alimentaria plantea el derecho a una alimentación suficiente, saludable y culturalmente apropiada para todos los individuos, pueblos y comunidades, incluidos aquellos que tienen hambre, están bajo ocupación, están en zonas de conflicto y son marginados, en medio de políticas de alimentación, agricultura, ganadería y pesquería; y rechaza la propuesta de que el alimento es solo otra pieza mercantilizable para el agro-negocio internacional.
2. Valora a quienes proveen alimento: La soberanía alimentaria valora y apoya los aportes, y respeta los derechos de hombres y mujeres, campesinos y agricultores familiares, pastores, artesanos de la pesca tradicional, habitantes de los bosques, pueblos indígenas y trabajadores de la agricultura y la pesca, también migrantes, quienes cultivan, crían, cosechan y procesan los alimentos; la soberanía alimentaria rechaza aquellas políticas, acciones y programas que los subvaloran, amenazan y eliminan sus formas de vida.
3. Localiza Sistemas de Alimentación: La Soberanía alimentaria propicia encuentros entre los productores y consumidores de alimentos; pone a quienes proveen y consumen al centro de la toma de decisiones en temas relacionados a la alimentación; protege a los proveedores del desperdicio de alimentos y de ayuda alimentaria en mercados locales; protege a los consumidores de la comida de baja calidad y mala para la salud, de la ayuda alimentaria inapropiada y del alimento contaminado por organismos genéticamente modificados; resiste a las estructuras de gobierno, contratos y prácticas que dependen y promueven el comercio internacional insostenible e injusto y que otorga poder a corporaciones remotas y sin ninguna responsabilidad por sus acciones.
4. Empodera localmente: La soberanía alimentaria otorga el control sobre territorio, tierra, pastizales, agua, semillas, ganado y poblaciones de peces a proveedores locales de alimento y respeta sus derechos. Ellos pueden usar y compartir estos recursos de formas social y ecológicamente sostenibles para la conservación de la diversidad; reconoce que los territorios locales a menudo traspasan fronteras geopolíticas y asegura el derecho de las comunidades locales para habitar y usar sus territorios; promueve la interacción positiva entre las personas proveedoras de alimentos en diferentes regiones, territorios y desde diferentes sectores lo cual ayuda a resolver conflictos internos o conflictos con autoridades locales y nacionales; y rechaza la privatización de los recursos naturales a través de leyes, contratos comerciales y regímenes de derechos de propiedad intelectual.
5. Desarrolla Conocimiento y Destreza: La soberanía alimentaria se basa en la destreza y el conocimiento local de los proveedores alimentarios y sus organizaciones locales que conservan, desarrollan y manejan sistemas localizados de producción y cosecha, desarrollando sistemas de investigación apropiados para respaldarlos y cuya sabiduría pueda ser transmitida a las generaciones futuras; y rechaza tecnologías que socavan, amenazan o los contaminan, por ej. La ingeniería genética.
6. Trabaja con la Naturaleza: La soberanía alimentaria utiliza las contribuciones de la naturaleza de manera diversa con métodos de producción y cosecha agroecológica, los cuales maximizan las contribuciones de los ecosistemas y mejoran la capacidad de ajuste y la adaptación, especialmente ante el cambio climático; trata de curar al planeta con el propósito de que el planeta pueda curarnos; y, rechaza métodos que dañan las funciones de los
Ecosistemas beneficiosos, que dependen de los monocultivos de energía intensiva y fabricas de ganado, practicas de pesca destructiva y otros métodos de producción industrializada, los cuales dañan el medio ambiente y contribuyen al calentamiento global.

RECURSOS EN RED
WebdelaPlataformaRural:http://www.nodo50.org/plataformarural/
Artículostécnicosdeagroecología:http://www.agroecologia.net/
WebdeGRAIN,organizacióndeinvestigación:www.grain.org
RevistaSoberaníaAlimentaria,BiodiversidadyCulturas:www.soberaniaalimentaria.info
WebdeFIAN,organizaciónsobreelDerechoalaAlimentación:www.fian.org
Trabajadoresagrarios:www.rel-uita.org/
WebdelaVíaCampesina:www.viacampesina.org

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1 Gustavo Duch Guillot es licenciado en Veterinaria y Postgrado en Dirección de Empresas.
Director de Veterinarios sin Fronteras desde 1991 hasta el 2009. Ha sido miembro de la Junta Directiva de la Federación Catalana de ONGD y Presidente de AGORA NordSud. En los últimos 7años colabora estrechamente con los movimientos y campañas relacionadas con la lucha por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos. Ha sido miembro de la Junta Directiva de la Plataforma Rural, colabora con las actividades de La Vía Campesina y con campañas como No te comas el mundo o Som lo que Sembrem.

Fuente: Boletín de novedades biblioteca digital Coordinadora de ONG Castilla de la Mancha.

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