miércoles, 22 de junio de 2011

¿Arcaico o visionario?


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El año se inició con una singular polémica: ¿Qué título debían tener los 365 días que se nos venían? Pocas veces el apellido de un año suscitó tanta controversia. Los finalistas de la honrosa mención fueron Machu Picchu, el natalicio de José María Arguedas y los famosísimos submarinos peruanos.

Dicen que la opción favorita del Ministro de Cultura fue la del natalicio del escritor andahuaylino. Dicen que el favorito del Presidente era cualquiera menos ésa. Al final, en duro pleito la fama se impuso a la gloria. Pero la gran batalla que libró nuestra maravilla mundial no fue contra Arguedas, sino contra la iniciativa de 42 congresistas (con Luis Giampietri a la cabeza y Keiko Fujimori detrás) que solicitaban que el 2011 fuera el “Año del Centenario de los Submarinos en el Perú”.

¿Valió la pena el alboroto? ¿Cuánto le hubiera importado a José María que don Alan y comparsa bauticen su último año con su nombre? Un pito, tal vez.

Difícil imaginarse a Arguedas agobiado por no ser el favorito de la decisión presidencial. Ese tipo de debates no califica en su lista de dolores. Él, que era un coleccionista de tantos y que puso bajo su hombro las fisuras de una nación irresoluta.

Por suerte estas páginas no son parte de eventos oficiales. En ideele, sin submarinos que contender, hace tiempo nos sentamos en celebérrimas decisiones y asumimos con tenacidad arguediana hacer de éste su año. Con el perdón de los Incas y de todos los que labraron Machu Picchu. Estamos en el año del maestro Arguedas. Y punto.

El Arguedas de hoy

En este dichoso periodo se multiplican los artículos, ensayos, editoriales y reportajes sobre el amado escritor, desde tantos ángulos y de contenido tan diverso que las fronteras se diluyen. Este fenómeno estaría revelando un grave problema de homonimia en el mundo letrado. ¿Cuántos José María Arguedas existieron en el país? Al parecer muchos, y todos famosos. Para resolver este dilema, el RENIEC no nos sirvió de nada.

Es que ese tal Arguedas del editorial de Expreso no es el mismo que el del dominical de La República, que a su vez es distinto de ese señor del que hablaba el pintor Fernando de Szyszlo, que tenía el mismo nombre sobre el cual entrevistaron a Máximo Damián. Y cuando los especialistas se reúnen para conversar sobre la obra arguediana, la confusión se consagra. Cinco fulanos charlando de un personaje distinto.

Pero no: José María Arguedas no sufría de personalidad múltiple. Lo agobiaba una multiplicidad de culturas en ejercicio vertical. Para el educador Edmundo Murrugara, es lógico que a Arguedas se le reivindique desde diversos sectores, pues eso refleja el espíritu de su obra:

“Es un autor rico en significaciones y lenguajes, y es natural que cada sector de la sociedad se sienta con derecho de reivindicar un aspecto de su obra. Lo que debemos hacer es reivindicar el conjunto, todas su dimensiones”.

Para el antropólogo Rodrigo Montoya, uno de los principales conocedores del mundo andino, se trata de la apropiación de la obra de Arguedas por las élites. No lo ignoran; más bien lo convierten en un ícono inofensivo. Al mismo tiempo, Montoya señala que muchos estudiosos de Arguedas, incluso amigos muy cercanos, valoran solo una parte de ella, y al hacerlo obvian lo esencial:

“Szyszlo fue amigo personal de Arguedas y tiene una relación con el mundo andino de tipo eminentemente abstracto, tanto como sus pinturas. El mundo real del pueblo indígena no le importa, el mundo simbólico sí. Arguedas estaba en ese mundo simbólico también, pero sobre todo en los hombres de carne y hueso, en los cantos, en los tragos, en las celebraciones, los chistes, la felicidad, el llanto, y en el compartir con los andinos el dolor de ser migrante y la orfandad de no haber tenido un padre como hubiera querido”.

Los márgenes dentro de los cuales se cataloga a Arguedas van desde el perfil de un literato puro, donde el contenido de su obra es la excusa de su vena artística, hasta la encarnación de la resistencia indígena. Un mensajero de Inkarri en tiempo de fermento.

Entre tanto debate se pierde lo primordial. Más allá de las formalidades, es pertinente preguntarnos: ¿Quién es para hoy el autor aquél de esta frase tan manida, “todas las sangres”? Si se tratase solamente de un excelente escritor, quizá con una plaza, un busto, un año a su nombre y un par de homenajes más, el asunto quedaría saneado. Pero creemos que Arguedas significa mucho más que letras y poemas. Y mucho más para un país que necesita mirar para adelante. ¿Será que el arcaico fue en realidad un visionario? ¿O, mejor, para nadie: una mezcla de ambos?

“Lo notable de Arguedas es el puente que estableció entre la literatura, la política y la vida. Escritores buenos tenemos muchos, pero no escritores queridos profundamente por el pueblo al punto de festejarlo con carnavales por calles y plazas. Arguedas es un caso único”, apunta Rodrigo Montoya.

Arguedas no creía en el regreso al Incanato ni aborrecía los aportes de la modernidad. Por el contrario, hasta se maravillaba con inventos como los pájaros de metal. Una muestra de ello es su genial Oda al jet. ¿A qué poeta se le ocurriría afilar su inspiración para enfocarla en un armatoste alado? Pero el testimonio lírico de José María no fue hecho solamente en tiempo de poeta, sino también como un ser común y corriente alelado por el asombroso avance de una cultura ajena en beneficio de toda la humanidad, como señala Montoya:

“Su Oda al jet es un desmentido categórico a los que dicen que es un hombre antimoderno. En ese poema dice cosas preciosas del jet y de esos hombres que son verdaderos dioses por haber construido un pájaro de acero que tiene más fuerza que el viento. Es cierto que en muchos personajes de Arguedas, en particular en Todas las sangres, hay el discurso de negación de la modernidad, que, dicho sea de paso, también hubo en Europa; pero son personajes de la novela. Vargas Llosa comete un gravísimo error al atribuirle a Arguedas lo que piensan sus personajes”.

los planteamientos de Arguedas pueden representar fácilmente lo más novedoso del pensamiento contemporáneo.

La teoría del injerto

La apuesta de Todas las sangres tampoco era la de un mestizaje todo-terreno en el que las diferencias culturales se terminarían disolviendo en beneficio de la cultura hegemónica. Su opción era más bien la de la convivencia pacífica y respetuosa de todos los pueblos.

A esta concepción Edmundo Murrugara le ha llamado “injerto” cogiendo la metáfora del árbol como cultura, y que consiste en la apropiación de los aspectos útiles del conocimiento occidental en beneficio de la cultura andina:

“La acusación más injusta que se ha hecho contra Arguedas es decir que él quería la cultura congelada. Es el préstamo y apropiación permanentes lo que caracteriza a los pueblos. Podemos mencionar rasgos culturales operativos, como prender un carro o manejar una licuadora, que permiten desplazarse eficientemente por el mundo, pero detrás hay matrices o paradigmas culturales. Los pueblos intercambian aspectos operativos con otros pueblos, pero mantienen la matriz. De acuerdo con los paradigmas culturales, el tronco tiene que ser americano, no puede ser europeo. Que vengan los idiomas, la religión, la tecnología y que se inserten en ese tronco”.

Ironías de la vida: la batalla perdida de Arguedas contra una modernidad inclemente le hizo ganar el mote de arcaico. En la actualidad el desarrollo occidental se cuestiona en todos sus ámbitos y los planteamientos de Arguedas pueden representar fácilmente lo más novedoso del pensamiento contemporáneo. El debate sobre el calentamiento global ha parido un consenso: si seguimos gastando lo que hasta ahora en energía, no inauguraremos un nuevo milenio, y quién sabe si un siglo.

Según Murrugara, es el aspecto de la espiritualidad en Arguedas —hasta ahora muy poco estudiado— el que lo revela ahora como un autor plenamente vigente:

“La otra vez escuché a un joven líder awajún que decía que no hay forma de encerrar su espiritualidad sin destruirla. ¿Cómo vamos a encerrar el rumor de las hojas? Los amazónicos no tienen cementerio. El hecho es que hay una espiritualidad viviendo en todos los seres, y los occidentales los hemos despojado de todo eso para convertirlo en cosas solamente. Los personajes de Arguedas sufren pero recuperan la salud dialogando con otros seres no humanos. Por ejemplo, el niño Ernesto en Los ríos profundos. Los personajes de Arguedas dialogan con los perros y los chanchos, son hogareños, y los niños jugamos con ellos en la sierra. Arguedas encontraba en esos otros seres la ocasión de sanarse espiritualmente. Eso es parte de la matriz andino-amazónica, y los cimientos para construir una nueva civilización. Ahora recién se toma conciencia de esta situación”.

El profe-ta

Pero así como a Arguedas se le utiliza desde las élites y se le quita todo su vigor reduciendo sus obras a un conjunto de creatividad notable, desde la izquierda nunca se le entendió. Positivista y euro-céntrica, no había en sus postulados sitio para las diferencias culturales. Cada persona tenía un lugar en las relaciones de producción. El indio era campesino y no tenía otras paltas que la posesión de sus tierras y cultivos. La estructura económica determinaba y definía todo (cortesía de Martha Harnecker). No escuchaban cuando Arguedas les decía que la cultura, el arte o los rituales podían ser también determinantes, tal como lo explica Edmundo Murrugara:

“Arguedas tenía un enfoque diferente al eurocéntrico que heredamos los izquierdistas. Él pensaba que los fenómenos económicos de los que hablaba el marxismo se daban dentro de una cultura: la urbano-industrial occidental. Pero además de esa civilización existían otras, con sus paradigmas y matrices culturales que podían ser recuperados para solucionar problemas de la humanidad, y que eso competía no solo a una clase social. Eso él lo vivió personalmente, porque había dentro de su red intelectuales y artistas que pertenecían a otras clases sociales. Según Arguedas, las artes y las creaciones espirituales pueden jugar un papel determinante y no necesariamente determinado. Arguedas fue precursor de una alternativa civilizatoria que lo hace muy actual en el mundo contemporáneo”.

Otra faceta poco trabajada es la del Arguedas maestro. Hoy en el Perú se debaten y rebaten fórmulas para hacer que la educación funcione. Hay una especie de consenso acerca de que la piedra filosofal de un verdadero desarrollo es el sistema educativo. Y claro, se procrean hasta la promiscuidad institutos, academias y universidades. Algo nos puede servir entonces saber cómo era el “método Arguedas” rebuscando en lo que fue su labor docente.

Pues bien: Arguedas no filosofaba; tampoco creía que una clase empezaba ni terminaba en las cuatro paredes de un salón. Ni siquiera creía que el único vehículo de enseñanza fuesen las clases. Las reuniones con sus alumnos ocurrían, cómo no, en los claustros, pero sobre todo afuera. Prefería sacarlos al campo y que su experiencia de aprendizaje no sea puramente académica. No vaya a ser que se aculturaran demasiado. En las tertulias y coordinaciones con sus estudiantes nunca faltaba la compañera guitarra.

“Con José María teníamos un cuestionamiento a esa visión tradicional. La mayoría de nuestro trabajo fue visita de campo en comunidades. Primero la observación para la posterior confección conceptual. Nunca en los trabajos faltaba una guitarra; si no se podía hacer en el aula, salíamos o lo visitábamos en su casa, donde cantábamos y no dejábamos de entusiasmarnos, y luego pensábamos las canciones que habíamos cantado. El arte y los conceptos son dos dimensiones que se deben trabajar”.

Dolores-delirio

Más allá de las disquisiciones personales, Arguedas tenía un dolor de pila que no lo dejó hasta aniquilarlo. No fue solamente la paradoja de encontrarse entre dos mundos que aparecían incompatibles, sino que la relación de dominación de uno sobre otro los hacía irreconciliables. Arguedas hizo carne de este sufrimiento, tal como lo relata Rodrigo Montoya:

“Sin duda Arguedas tiene una historia triste, pero si hay algo que lo desgarra y le produce inmenso dolor es la dominación sobre la cultura, el racismo. Él soñaba con que el país debía ser un país de todas las sangres donde debía haber respeto y consideración para las personas sin importar sus lenguas y sus culturas. Su sufrimiento fue producto de esa dominación espantosa que hay en el país y que no se ha resuelto”.

Aunque, para bien y para mal, Arguedas siga plenamente vigente y hoy solemnes homenajes honren su memoria, todo ello parece quedar en el plano ornamental cuando la real política no deja de sostener la pistola en la sien de nuestro escritor. Anteayer en Bagua, ayer en Tía María y mañana en todos los rincones que sobreviven en un país concesionado.

“Con Arguedas ocurre lo mismo que con las obras de los indios muertos. Está en un pasado que es glorioso. Ninguna intención de ligarlo con el presente puede ser tolerada. Hay una intelectualidad cortesana limeña que está detrás de los viajes y cócteles, que no quiere saber nada con el presente. A pesar del gran esfuerzo de Arguedas, no se han podido cubrir los huecos que separan a los fragmentos del país. Nos corresponde construir puentes para unir todas las sangres”, afirma Montoya.

A contrapelo de lo que opinan los fans, amigos, condiscípulos, seguidores y causitas de José María, al final de estas páginas ya no estoy tan seguro de que este año debió haber llevado su firma. Presiento que aún no lo merecemos, que sería hipócrita. El país que desbaguaza a su antojo los derechos del otro, sus años, sus días, no merece manchar el apellido Arguedas.

Mientras los homenajes vienen y van y se pontifica desde sendas mesas redondas y cuadradas en una sociedad obsoletamente triangular sobre la vida y obra de un gran Arguedas, la ley de consulta a los pueblos indígenas continúa durmiendo el sueño de los injustos, y se sigue concesionado y explotando de forma fatalmente inconsulta.

¿Cuántos balazos mataron a Rendón Willka? Según las pericias del subconsciente nacional, la pistola fue la misma que tomó años después Arguedas y las balas las mismísimas con que nos matamos en Bagua.

Fuente: http://www.revistaideele.com/reportajes/207

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