Frente al tsunami tecnológico
Silvia Ribeiro y Jim Thomas
A finales del siglo XX, desde el Grupo ETC advertimos sobre
la inminencia de un tsunami de potentes tecnologías convergentes, que afectaría
muchos aspectos de la vida económica, social, cultural y política, con grandes
impactos para el medio ambiente y la salud. Todo en el contexto de la mayor
concentración corporativa de la era industrial, con oligopolios extremadamente
poderosos, que controlan inmensos sectores de producción y tecnología. La
realidad superó nuestras más atrevidas fantasías. Las organizaciones y
movimientos lidiamos ahora con esta compleja realidad. El desafío es construir
colectivamente plataformas de evaluación social de la tecnología, para avanzar en
la comprensión crítica del todo tecnológico y fortalecer la capacidad de acción
colectiva.
En el año 2000, el Grupo ETC bautizó BANG a la convergencia
de tecnologías (Bits, Átomos, Neurociencias, Genes), refiriéndonos a
tecnologías digitales, nanotecnología, tecnociencias cognitivas y
biotecnologías. Una convergencia que constituyó una especie de Big Bang
tecnológico, que parafraseamos como un “Pequeño Bang”, porque las tecnologías
moleculares y a nano-escala (aplicadas a seres vivos, materiales, comunicación)
son la plataforma de desarrollo de las otras.
Ya nadie está fuera de esta explosión tecnológica. Pero para
cada una de nosotras y nosotros, separadamente, es difícil percibir la
totalidad y dimensión de sus impactos que se complementan. Los gobiernos,
mayormente controlados por intereses corporativos y asumiendo el mito de que
los avances tecnológicos siempre son beneficiosos y de que las crisis
ambientales, climáticas, de salud se pueden resolver con más tecnología, han
dejado que todas prosigan, se usen, vendan, estén diseminándose en el ambiente
y en nuestros cuerpos, sin siquiera mínimas evaluaciones de sus posibles
impactos negativos y mayormente sin regulaciones, mucho menos con la necesaria
aplicación del principio precautorio.
Un ejemplo claro de esto es la industria nanotecnológica,
que con dos décadas y miles de líneas de productos en los mercados, muchos
presentes en nuestra vida cotidiana (alimentos, cosméticos, productos de
higiene, farmacéuticos, aparatos electrónicos, materiales de construcción), no
está regulada en ninguna parte del mundo, pese a que aumentan los estudios
científicos que muestran toxicidad en ambiente y salud de muchos de estos
componentes, especialmente para los trabajadores expuestos en la producción y
uso de materiales con nanopartículas, pero también en muchos puntos de las
cadenas de consumo, desechos y exposición ambiental.
Otro ejemplo son las tecnologías digitales, especialmente
las compañías de Big Data y las grandes plataformas digitales de redes sociales
y de compras, que se han apropiado, sin siquiera pedir permiso, de trillones de
datos personales, de la naturaleza y sus organismos, de recursos del aire, mar
y tierra, de nuestros bienes comunes materiales e inmateriales, y lucran con
ello de una forma nunca antes vista en el capitalismo. Sus dueños se han
converti-
(…)
Publicado en https://www.alainet.org
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