lunes, 20 de abril de 2020

ALAI 548: Fiscalidad y género en América Latina


Eleonora Marinelli

América Latina es la región más desigual del mundo. La historia de los últimos quince años da cuenta de una búsqueda por la equidad en la distribución de ingresos en varios países del continente, con el fin de equilibrar la balanza en beneficio de las clases populares, sin embargo, la ecuación sigue estando en rojo. Aún no hemos podido resolver la creciente inequidad en nuestra región, más allá de la notable reducción de la pobreza y la pobreza extrema.

Hace algunos años el mundo reconoció una nueva forma de discriminación, de segregación hacia las mujeres. El “impuesto rosa” o el “impuesto a la mujer”. Este nuevo mecanismo de exclusión sostiene que productos de mercado tales como ropa, comida o higiene destinados a las mujeres deben ser más caros que los destinados a los hombres. De esta manera muchos productos de higiene personal evidencian esta desemejanza, los mismos productos son más caros para las mujeres que para los hombres. Pero esta forma de segregar, de prohibir, por su alto costo, el acceso a determinados bienes, no está solo presente en estos productos. Un informe del observatorio de géneros del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) advierte que en los casos de juguetes prácticamente idénticos, las versiones “femeninas” manifestaron un sobreprecio de entre el 3% y el 300%. Por el contrario, no se constataron casos a la inversa donde existieran sobreprecios en la versión masculina. La desigualdad de género atraviesa diferentes franjas etarias. Ser niña, adolescente, adulta o anciana tiene un precio extra. La mujer siempre paga un costo más alto, en todo sentido.

Claro que esta práctica no es privativa de argentinos y argentinas. Es verdad que el fenómeno no es nuevo, pero aún no existen estudios específicos y extensos sobre el tema en la región. Desde la Red de Justicia Fiscal de América Latina y El Caribe lo vemos como un desafío pendiente para el 2020. En Colombia, por ejemplo, para visibilizar la situación de este problema acudieron a un sencillo ejercicio: describir las actividades de una mujer promedio en un día normal, para subrayar cómo este sector debe pagar más por el simple hecho de pertenecer a ese género. Entonces, de esa manera, “Laura” utiliza productos de cuidado personal o bienes de lujo, así rotulados por el mercado como: rasuradoras o desodorantes, que resultan más caros por dos características básicas, ser rosas y “for women”. Sin contar los productos dirigidos especialmente al público femenino, como toallas higiénicas o tampones.

El grupo de Género y Justicia económica de Colombia realizó el siguiente cálculo que adaptamos con datos argentinos: las mujeres menstrúan un promedio de cuarenta años en ciclos mensuales de 28 días, 5 de los cuales son de sangrado; en un período normal propio del cuerpo de las mujeres. Por lo tanto se requiere un promedio de 25 toallas o tampones mensuales, 300 anuales y 12.000 a lo largo de la vida. En Argentina hay aproximadamente 11.552.202 niñas y mujeres entre los 10 y los 45 años de edad que pagan anualmente en promedio USD 30.00 por productos de higiene femenina, lo que representa un gasto anual total por USD 346.566.060 La contribución anual de las mujeres por el pago del IVA debido a la menstruación asciende a la suma de USD 72.778.872 millones.

En el país andino la fuerte campaña social bajo el título Menstruación libre de impuestos logró reducir el IVA de los productos de higiene femenina de 16% al 5%. En Argentina hemos dado pasos importantes en esta línea, hace 2 años la organización Economía Feminista lanzó su campaña MenstruAción una campaña que plantea, entre otras cosas, lograr la exención del IVA en productos esenciales del cuidado íntimo de las mujeres.

Este hecho es perpetrado y agravado cuando se analiza la participación femenina en el mercado laboral y la brecha de ingresos entre los géneros. Según la Encuesta Permanente de Hogares que realiza el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo de Argentina), en ese país, el 39% de las mujeres empleadas se encuentran en la informalidad, es decir, sin aportes, ni derechos (jubilación, aguinaldo, vacaciones, indemnización). Una mujer gana 27% menos que un hombre en un trabajo con la misma calificación. Esta situación debe ser resuelta mediante legislación clara y contundente hacia las empresas y el propio Estado.

El sistema actual beneficia al sector masculino, ampliando la brecha entre los géneros en varios niveles, lograr que los productos de higiene femenina sean declarados como esenciales y no productos de lujo es un gran primer paso en el cambio que queremos para una sociedad más justa para todos.


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Publicado en https://www.alainet.org

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